El Jorge és un home que va sentir que l’art havia de connectar amb el poble i se’n va a estudiar direcció de teatre a Colòmbia, perquè allà es feia un teatre que volia sortir de la sala i buscar que l’art esdevingués una eina de mobilització social, no només d’expressió.
La seva inquietud per investigar el fan tornar a Cajamarca per fer tallers de teatre i a interessar-se per l’expressió de la festa. Uns metges belgues que treballen amb promotors de salut el conviden a fer tallers de teatre, marionetes i màscares,
Se’n va a Panamà per estudiar educació d’adults, el conviden a crear biblioteques rurals en un projecte que porta Ernesto Cardenal a Nicaragua, viatja a Espanya, torna a Lima per treballar assessorant programes de l’església en temes d’educació. Aquí el conviden a un taller d’educació popular a Yurimaguas que organitza Càritas, on coneix a dues catalanes.
La Maria Lluïsa i la Mari Carme formen part d’una agrupació religiosa dins del Vicariat de Yurimaguas. Els regala un llibre que havia escrit sobre marionetes i educació per la salut. La Maria Lluïsa li demana de part del vicariat que desenvolupi el projecte en l’àmbit del vicariat i accepta: “me había fascinado la selva, sobre todo comparándola con la aridez de la sierra en la que me había movido. Yo veía la selva como una dinámica de fuerza, efervescencia, de participación”. Poc després coneix la Lliga dels Drets dels Pobles a través de Pep Feliu, l’home de la Lliga que obre projecte a la conca del riu Paranapura, el territori de l’ètnia shawi on també decideixen en el vicariat desenvolupar el programa de salut en el què treballava.
¿Y cómo llevabas a cabo ese programa de salud en el Paranapura?
Yo planteé que para hacer un trabajo de salud teníamos que entrar mucho más a fondo porque nos quedábamos mucho en la superficialidad. Por ejemplo, yo trabajaba el tema de las diarreas, las diarreas son por microbios, ¡ah! Trajimos microscopio para analizar las aguas sucias. “Miren los microbios que producen las diarreas!” Entonces tenemos que bañarnos, lavarnos las manos, lo otro… Hasta que un promotor indígena me dijo: “Jorge, esos microbios de los que ustedes nos hablan les afectarán a ustedes, nosotros no enfermamos de eso. Nosotros enfermamos de cutipas” Y a eso le llaman cuando tu pierdes tu ánimo, te debilitas, pierdes tus defensas y te ataca todo. Pero esa comprensión era para mí una comprensión nueva, porque yo estaba en la lógica del microbio que contamina el agua y te enferma si la bebes. Acá una de las curas es la del ícaro, que es como una espina que se te mete y sientes un dolor punzante y el curandero lo que hace es succionarte y soplarte humo de tabaco en el punto del dolor. Y eso ahora se puede entender más, porque hay más sensibilidad hacia los remedios ancestrales, pero entonces le decíamos: “Ramón, no te he visto que sacaste ningún ícaro”, porque el decía: “¡Ya lo saqué!” Y me dice: “Tu me dices que en tu hostia tienes el cuerpo de Cristo, ¿está ahí el cuerpo de Cristo?” Y claro estamos cargados de concepciones objetivas y lo subjetivo que está en nuestras vidas no lo tenemos en cuenta. El ícaro puede ser una energía que tu no la ves. Porque ¿psicología qué es? Es un trabajo con las subjetividades, con las creencias de las personas. Entonces, por qué razón esto es válido en nuestra cultura en esta casilla y en la cultura de ellos no se lo permites.
Aparte del programa de salud, ¿tu empiezas a ver que hay otras necesidades aquí en el Paranapura conforme te vas integrando?
Sí, porque creo que desde el momento que vinculamos salud y desarrollo, vimos que la salud no era solamente el tratamiento, la prevención o la promoción, sino que el desarrollo va mucho más allá, implica tener una visión, una energía necesaria para poder impulsar el desarrollo. Entonces desde ahí yo ya pienso que tenemos que tener una visión mucho más integral, porque los períodos que veníamos recorriendo no encontrábamos que había un asumir responsablemente la salud. Entonces yo creo que tenemos que generar conciencias responsables, no conciencias obedientes. Y veníamos trabajando muchos años en generar conciencias obedientes que siguieran un orden establecido, pero no generábamos responsabilidad, porque la gente si fuera responsable harían sus letrinas, sus baños, tomarían su medicamento completo. Entonces, yo creo que ahí empieza la apertura también a buscar un liderazgo mucho más integral, no el liderazgo que se limita a repetir un discurso, sino el liderazgo dedicado a buscar procesos. Yo creo que eso nos cambió mucho también
¿Veinte y pico años atrás te encuentras una sociedad receptiva a los mensajes que les van a cambiar su rutina diaria?
Lo que pasa es que mirábamos una sociedad que tenía un sentimiento muy fuerte de exclusión. Eso lo vas a encontrar mucho en la Amazonía, el sentimiento de que el estado no te tiene en cuenta. En educación y salud los servicios son muy deficiente. Entonces, uno de los trabajos fue cómo buscas acercarte a sus propios sentimientos, no solo acercarte a ser un promotor de conductas, sino acercarte a sentir con ellos. Para mi también fue un momento muy especial, porque pasaba por un momento de conflictos personales, en el sentido de salud. Este debilitarme también me hizo estar mucho más frágil. Para mí fue una ruptura. Ya no soy el maestro, soy el amigo, el compañero, el compadre, como aquí decimos.
¿Es entonces cuando, ya con la Lliga, decidís tirar adelante el proyecto DECA (Desarrollo de Capacidades) precisamente para fortalecer las comunidades?
Claro, el proyecto DECA fue un pedido de ellos. Una cosa muy puntual, que era el fortalecimiento de sus capacidades, pero con una mirada diferente: desde ellos. En el proyecto se creó un grupo de líderes que demandaron un tipo de atención especial. Dijeron que querían capacitación en temas ocupacionales, pero no que se les capacitara técnicamente, sino que les mostrásemos que eran capaces. En el proyecto DECA trabajamos principalmente el concepto del ser y también del hacer. Yo soy un mecánico, pero me siento orgulloso de ser mecánico. Para eso no solo debo aprender mecánica, para eso tengo que saber por qué soy mecánico. Por ejemplo, una de las cosas que pidieron y que yo me resistía era que querían computación, porque en esa época la computadora era una cosa extraña, que salían cosas ahí que te decían como hacer tu vida. Y empezamos a hacer algo de computación, y era lo que más demanda tenía. Las mujeres no me permitían que yo trabajara 5 minutos menos de lo que había trabajado con el otro grupo. Estaban, a las 7, clavadas todas en la puerta. Muchas no sabían leer, ni escribir, pero aprendieron a poner su foto en la computadora, a diagramar su foto, a escribirle cosas a la foto, empezaron a trabajar la aplicación Encarta de Microsoft, porque no teníamos Internet en San Luís, y se empezó a desmitificar el tema de la computación. No interesaba que salieran técnicas en computación, sino que sintieran que ellas podían. Una de las cosas que se ha marcado mucho en los talleres es “demostrar que puedo”. Eso se ha trabajado mucho con los profesores. No vas a enseñar qué es carpintería, qué es madera… no, que ellos aprendan enseguida a hacer un banco, y que se lleven su banco. Pierde poco tiempo en la teoría, que lo hagan. Y así fue con las de costura. Muchas de las señoras nunca se habían sentado delante de una máquina de coser. Y sobre todo la motivación que tenían de ver que las otras iban a terminar su ropa, sus bolsas, sus faldas… Nos importaba mucho el fortalecimiento de ellas en su capacidad de poder. Yo ahora estoy convencido y contento de ver que hay mujeres fuertes en el Paranapura, que hay hombres y jóvenes con capacidad de innovar. Y sabemos que entre ellos, claro, van a ritmos diferentes, porque cada familia, cada persona va caminando a su propio ritmo, en su dinámica, pero va generando cosas nuevas.
Sin embargo, aparte de los líderes, observamos que hay una parte de la población a la que se ve pasiva y otra parte que puede caer en la tentación productivista que castiga la fragilidad del ecosistema amazónico.
Aunque suene feo, te voy a decir que en todos estos años yo no soy el protagonista de cambiar la historia. Son ellos los que tienen que cambiar su propia historia. Lo único que uno puede hacer es contribuir a generar personas que puedan impulsarla, seguir adelante. También eso aprendí, que no tenía que ir delante. Los que van avanzando también tendrán que ir descubriendo por donde ir. Yo creo que la corriente es muy fuerte, que necesitamos ser más estrategas, porque el poderoso es muy poderoso, te tumba con una mano. Lo he vivido en Cajamarca. Allí había líderes y dirigentes y ecologistas, pero vino la minera y los compró a todos. A los líderes, no a la población. Los mismos que salían en las noticias oponiéndose a la minería y que luego planteaban a la población que la minería podía ser interesante. Por eso te digo que creo que es la población organizada y consciente la que va a ir generando cambio.
Claro, pero cuando te planteo esto pienso en los peligros de la depredación de la Amazonía y en su influencia en el cambio climático.
Ahí creo que la solidaridad tendrá que empezar a mirar las cosas de manera diferente. No debe ser una solidaridad que tranquilice su conciencia con apoyos puntuales solamente o apoyos económicos. Creo que tiene que haber una solidaridad de compromisos y de responsabilidades. LA defensa de la Amazonía tiene que mirar también a la población que habita en ella, que es la que va a tener a su cargo la defensa de la región. Ya tantos años de programas de apoyo a la Amazonía que han venido a través del Estado, pero que no llegan a la población. Se quedan siempre en instituciones y en los grupos de poder. No llega a que la población sea consciente. Cuando la población sea consciente de que no debe vender su madera, ahí es cuando vamos a avanzar. Pero mientras el Estado hace políticas de protección de los bosques, el mismo Estado está dando licencias para la desforestación. Entonces, ¿quién tiene que controlar a ese Estado? La población. Y también la presión internacional tiene que tener un rol importante ahí, porque estamos atentando contra la Amazonía, pero a quien hay que defender a capa y espada es al hombre amazónico. Por ejemplo, a mi me impresiona cuando escucho a los jóvenes preocupados en hacer viveros para producir árboles maderables. Hace unos años se hizo una campaña grande de reforestación. Los jóvenes fueron los primeros que trabajaron y ahora tienen sus bosques y sus escuelas. Es poco, pero ya hay una generación de conciencia.
Ya vemos como el gobierno de turno, cae fácilmente bajo las exigencias de las transnacionales o de la oligarquía peruana, como el grupo Romero, que se dedica a explotar monocultivos, como la palma aceitera, pero ¿hay movimientos nacionales en Perú de defensa de la Amazonía?
Sí, hay en Perú instituciones que apoyan el manejo de recursos en la Amazonía. Sin embargo, creo que es muy deficiente, porque se queda en la institucionalidad. Por ejemplo, el Instituto de Estudios Amazónicos hace estudios y trabajos importantes, pero debemos ayudar a que estos estudios puedan aterrizar en un nivel más operativo, más práctico. Ahí yo siento que una de las experiencias que fue importante el año pasado fue que el “Proyecto Cacao”, con su mirada totalmente hacia el monocultivo, se vio en la necesidad de incluir a los líderes que ya estaban formados, porque no tenían forma de llegar a las comunidades. Y esos líderes, como Rusel o Emerson, le han dado al proyecto una dimensión y un acercamiento diferentes. Entonces, yo creo que para que esa tecnología logre insertarse, tenemos que trabajar educadores comunitarios que permitan que el nivel técnico aterrice en los niveles más prácticos. Quienes conectan son los técnicos que vienen con concepciones bien metidas en la cabeza y que no están sujetos a procesos de cambio. Nos falta mucho trabajar eso en el nivel intermedio. El año pasado tuvimos más esfuerzo en eso y buscamos aproximarnos más a instituciones nacionales que pudieran trabajar, como la universidad San Marcos, CONACCIÓN o la Mesa de Lucha contra la Pobreza.
Aquí mismo la Pastoral de la Tierra, del Vicariato de Yurimaguas, se moviliza constantemente contra las agresiones a la selva, como es el caso de la lucha contra el Grupo Romero y su acaparamiento de tierras para monocultivos o ahora contra la minera que quería instalarse en la cabecera de las aguas de la cuenca del Paranapura.
En el caso de la minera la Pastoral de la Tierra le pide a CORPI, que es la corporación más grande constituida a nivel de pueblos indígenas, que asuma un poco la acción de amparo. Sin embargo, no lo quiso hacer, porque hay otros intereses. Pero lo ha hecho la Federación Multiétnica de Comunidades del Paranapura y Afluentes (FEMUCOPA). Y a la federación le han aceptado la acción de amparo presentada con la Pastoral y se ha suspendido la intervención de la minera en Balsapuerto. Creo que la Federación ha podido hacerlo, porque estaba reconocida y tiene un amparo legal. Para mi es un logro impresionante haber parado la concesión.
Sin embargo, es triste que una organización como CORPI mire para otro sitio.
Es triste, pero es una realidad que hay que ir cambiando. Las organizaciones nativas, como AIDESEP o CORPI, se mueven en estratos de poder muy fuertes a nivel del país y muchos de sus dirigentes ya han dejado de ser indígenas y viven lejos de la realidad de sus pueblos de origen. Hablan de la defensa del bilingüismo y sus hijos estudian en un colegio privado de Lima o en el Colegio judeo-alemán, porque tienen mejor infraestructura. Entonces, yo sí creo que tienen que haber organizaciones que surjan desde abajo, pero que busquen formalizarse, como el caso de la FEMUCOPA, que ha sido un esfuerzo nuestro.
Pero si tienen que luchar contra decisiones que se toman contra la selva en despachos de Lima o de las capitales departamentales, lo tienen muy difícil.
Pero ese es uno de los temas que hemos venido trabajando en los últimos cuatro años: cómo ser una organización que tenga una capacidad de propuesta, tanto en educación, como en tecnología y trabajo para los jóvenes. Que tengan propuestas, porque no podemos quedarnos solamente en la demanda.
¿Cómo has notado tú, que llevas bastantes años aquí, el cambio en el clima?
Mucho. Normalmente antes teníamos lluvias muy concentradas en la época de lluvias. El clima era predecible o manejable. Ahora las alteraciones del clima son tremendas. Llueve de pronto muchísimo, muchísimo, carga el río y descarga con una fuerza impresionante, debilita todas las riberas, luego deja de llover y llegan unas sequías espantosas, con unos calores infernales, se quema todo, y nuevamente las orillas quedan totalmente frágiles y se van desmoronando. Los ríos se van ampliando y van generando toda una desertificación, que es el gran peligro de la selva. Cada vez se forman más playas en el río, extensiones de arena. Cuando yo llegué el Paranapura era navegable nueve meses al año, con las orillas bien demarcadas. Sin embargo, ahora cada vez más las orillas se abren, se va desbarrancando todo y se va desertificando. Y la otra cosa es la invasión de carreteras que se van dando por todos lados, que beneficia a quienes tienen posibilidades de tener coche, movilidad. Para unos nos puede resultar cómodo, porque llegamos más rápidos por la carretera, pero se genera una depredación tremenda de los bosques, entran todos los comerciantes a llevarse la Amazonía. Eso es muy fuerte. Soy consciente de que hay una tendencia a disponer de vías de acceso, pero por otro lado creo que deberíamos producir cambios con un nivel de responsabilidad.
Es cuestión de gestionar y de ser conscientes todos. Muy complicado, porque es como frenar toda una modernidad. Es como decir que los niños no usen el celular. Pues es una generación que ha empezado con un cambio diferente y tendrá que adecuarse. El tema es la adecuación a la tecnología, a los cambios. Cuando vino la luz también se decía que para qué venia la luz, que nos iba a quitar horas de sueño y se veía como una cosa negativa. En definitiva, son cambios que los debemos ir asumiendo, pero el problema es cómo los asumimos de manera responsable.
Aunque yo digo que construir una carretera en la Amazonía es como introducir un virus en la selva, entiendo que, si al hacerla se acompaña de normas de protección, punitivas incluso, no debería ser ese virus que digo.
Sí, pero se hace la carretera no por las exigencias de los pobladores de la selva, sino que se hace para extraer recursos. Sin embargo, hay habitantes que se alegran de que haya esa carretera porque así pueden llegar con mayor rapidez a sus destinos. Imagínate tu antes, yo para venir de Tarapoto aquí empleaba 8 horas, y con suerte, y ahora llego en 2 horas, aunque se me pongan los pelos de punta de cómo corren los conductores por esas curvas. Nuevamente el tema es cómo empezamos a pensar como seres humanos y no como producto de una tecnología.
Así pues, ¿hay esperanza?
Yo creo que sí. Vendrán cosas diferentes, pero cada quien tendrá que seguir su proceso. El tema es que lo vivamos de una manera mucho más consciente.
La seva inquietud per investigar el fan tornar a Cajamarca per fer tallers de teatre i a interessar-se per l’expressió de la festa. Uns metges belgues que treballen amb promotors de salut el conviden a fer tallers de teatre, marionetes i màscares,
Se’n va a Panamà per estudiar educació d’adults, el conviden a crear biblioteques rurals en un projecte que porta Ernesto Cardenal a Nicaragua, viatja a Espanya, torna a Lima per treballar assessorant programes de l’església en temes d’educació. Aquí el conviden a un taller d’educació popular a Yurimaguas que organitza Càritas, on coneix a dues catalanes.
La Maria Lluïsa i la Mari Carme formen part d’una agrupació religiosa dins del Vicariat de Yurimaguas. Els regala un llibre que havia escrit sobre marionetes i educació per la salut. La Maria Lluïsa li demana de part del vicariat que desenvolupi el projecte en l’àmbit del vicariat i accepta: “me había fascinado la selva, sobre todo comparándola con la aridez de la sierra en la que me había movido. Yo veía la selva como una dinámica de fuerza, efervescencia, de participación”. Poc després coneix la Lliga dels Drets dels Pobles a través de Pep Feliu, l’home de la Lliga que obre projecte a la conca del riu Paranapura, el territori de l’ètnia shawi on també decideixen en el vicariat desenvolupar el programa de salut en el què treballava.
¿Y cómo llevabas a cabo ese programa de salud en el Paranapura?
Yo planteé que para hacer un trabajo de salud teníamos que entrar mucho más a fondo porque nos quedábamos mucho en la superficialidad. Por ejemplo, yo trabajaba el tema de las diarreas, las diarreas son por microbios, ¡ah! Trajimos microscopio para analizar las aguas sucias. “Miren los microbios que producen las diarreas!” Entonces tenemos que bañarnos, lavarnos las manos, lo otro… Hasta que un promotor indígena me dijo: “Jorge, esos microbios de los que ustedes nos hablan les afectarán a ustedes, nosotros no enfermamos de eso. Nosotros enfermamos de cutipas” Y a eso le llaman cuando tu pierdes tu ánimo, te debilitas, pierdes tus defensas y te ataca todo. Pero esa comprensión era para mí una comprensión nueva, porque yo estaba en la lógica del microbio que contamina el agua y te enferma si la bebes. Acá una de las curas es la del ícaro, que es como una espina que se te mete y sientes un dolor punzante y el curandero lo que hace es succionarte y soplarte humo de tabaco en el punto del dolor. Y eso ahora se puede entender más, porque hay más sensibilidad hacia los remedios ancestrales, pero entonces le decíamos: “Ramón, no te he visto que sacaste ningún ícaro”, porque el decía: “¡Ya lo saqué!” Y me dice: “Tu me dices que en tu hostia tienes el cuerpo de Cristo, ¿está ahí el cuerpo de Cristo?” Y claro estamos cargados de concepciones objetivas y lo subjetivo que está en nuestras vidas no lo tenemos en cuenta. El ícaro puede ser una energía que tu no la ves. Porque ¿psicología qué es? Es un trabajo con las subjetividades, con las creencias de las personas. Entonces, por qué razón esto es válido en nuestra cultura en esta casilla y en la cultura de ellos no se lo permites.
Aparte del programa de salud, ¿tu empiezas a ver que hay otras necesidades aquí en el Paranapura conforme te vas integrando?
Sí, porque creo que desde el momento que vinculamos salud y desarrollo, vimos que la salud no era solamente el tratamiento, la prevención o la promoción, sino que el desarrollo va mucho más allá, implica tener una visión, una energía necesaria para poder impulsar el desarrollo. Entonces desde ahí yo ya pienso que tenemos que tener una visión mucho más integral, porque los períodos que veníamos recorriendo no encontrábamos que había un asumir responsablemente la salud. Entonces yo creo que tenemos que generar conciencias responsables, no conciencias obedientes. Y veníamos trabajando muchos años en generar conciencias obedientes que siguieran un orden establecido, pero no generábamos responsabilidad, porque la gente si fuera responsable harían sus letrinas, sus baños, tomarían su medicamento completo. Entonces, yo creo que ahí empieza la apertura también a buscar un liderazgo mucho más integral, no el liderazgo que se limita a repetir un discurso, sino el liderazgo dedicado a buscar procesos. Yo creo que eso nos cambió mucho también
¿Veinte y pico años atrás te encuentras una sociedad receptiva a los mensajes que les van a cambiar su rutina diaria?
Lo que pasa es que mirábamos una sociedad que tenía un sentimiento muy fuerte de exclusión. Eso lo vas a encontrar mucho en la Amazonía, el sentimiento de que el estado no te tiene en cuenta. En educación y salud los servicios son muy deficiente. Entonces, uno de los trabajos fue cómo buscas acercarte a sus propios sentimientos, no solo acercarte a ser un promotor de conductas, sino acercarte a sentir con ellos. Para mi también fue un momento muy especial, porque pasaba por un momento de conflictos personales, en el sentido de salud. Este debilitarme también me hizo estar mucho más frágil. Para mí fue una ruptura. Ya no soy el maestro, soy el amigo, el compañero, el compadre, como aquí decimos.
¿Es entonces cuando, ya con la Lliga, decidís tirar adelante el proyecto DECA (Desarrollo de Capacidades) precisamente para fortalecer las comunidades?
Claro, el proyecto DECA fue un pedido de ellos. Una cosa muy puntual, que era el fortalecimiento de sus capacidades, pero con una mirada diferente: desde ellos. En el proyecto se creó un grupo de líderes que demandaron un tipo de atención especial. Dijeron que querían capacitación en temas ocupacionales, pero no que se les capacitara técnicamente, sino que les mostrásemos que eran capaces. En el proyecto DECA trabajamos principalmente el concepto del ser y también del hacer. Yo soy un mecánico, pero me siento orgulloso de ser mecánico. Para eso no solo debo aprender mecánica, para eso tengo que saber por qué soy mecánico. Por ejemplo, una de las cosas que pidieron y que yo me resistía era que querían computación, porque en esa época la computadora era una cosa extraña, que salían cosas ahí que te decían como hacer tu vida. Y empezamos a hacer algo de computación, y era lo que más demanda tenía. Las mujeres no me permitían que yo trabajara 5 minutos menos de lo que había trabajado con el otro grupo. Estaban, a las 7, clavadas todas en la puerta. Muchas no sabían leer, ni escribir, pero aprendieron a poner su foto en la computadora, a diagramar su foto, a escribirle cosas a la foto, empezaron a trabajar la aplicación Encarta de Microsoft, porque no teníamos Internet en San Luís, y se empezó a desmitificar el tema de la computación. No interesaba que salieran técnicas en computación, sino que sintieran que ellas podían. Una de las cosas que se ha marcado mucho en los talleres es “demostrar que puedo”. Eso se ha trabajado mucho con los profesores. No vas a enseñar qué es carpintería, qué es madera… no, que ellos aprendan enseguida a hacer un banco, y que se lleven su banco. Pierde poco tiempo en la teoría, que lo hagan. Y así fue con las de costura. Muchas de las señoras nunca se habían sentado delante de una máquina de coser. Y sobre todo la motivación que tenían de ver que las otras iban a terminar su ropa, sus bolsas, sus faldas… Nos importaba mucho el fortalecimiento de ellas en su capacidad de poder. Yo ahora estoy convencido y contento de ver que hay mujeres fuertes en el Paranapura, que hay hombres y jóvenes con capacidad de innovar. Y sabemos que entre ellos, claro, van a ritmos diferentes, porque cada familia, cada persona va caminando a su propio ritmo, en su dinámica, pero va generando cosas nuevas.
Sin embargo, aparte de los líderes, observamos que hay una parte de la población a la que se ve pasiva y otra parte que puede caer en la tentación productivista que castiga la fragilidad del ecosistema amazónico.
Aunque suene feo, te voy a decir que en todos estos años yo no soy el protagonista de cambiar la historia. Son ellos los que tienen que cambiar su propia historia. Lo único que uno puede hacer es contribuir a generar personas que puedan impulsarla, seguir adelante. También eso aprendí, que no tenía que ir delante. Los que van avanzando también tendrán que ir descubriendo por donde ir. Yo creo que la corriente es muy fuerte, que necesitamos ser más estrategas, porque el poderoso es muy poderoso, te tumba con una mano. Lo he vivido en Cajamarca. Allí había líderes y dirigentes y ecologistas, pero vino la minera y los compró a todos. A los líderes, no a la población. Los mismos que salían en las noticias oponiéndose a la minería y que luego planteaban a la población que la minería podía ser interesante. Por eso te digo que creo que es la población organizada y consciente la que va a ir generando cambio.
Claro, pero cuando te planteo esto pienso en los peligros de la depredación de la Amazonía y en su influencia en el cambio climático.
Ahí creo que la solidaridad tendrá que empezar a mirar las cosas de manera diferente. No debe ser una solidaridad que tranquilice su conciencia con apoyos puntuales solamente o apoyos económicos. Creo que tiene que haber una solidaridad de compromisos y de responsabilidades. LA defensa de la Amazonía tiene que mirar también a la población que habita en ella, que es la que va a tener a su cargo la defensa de la región. Ya tantos años de programas de apoyo a la Amazonía que han venido a través del Estado, pero que no llegan a la población. Se quedan siempre en instituciones y en los grupos de poder. No llega a que la población sea consciente. Cuando la población sea consciente de que no debe vender su madera, ahí es cuando vamos a avanzar. Pero mientras el Estado hace políticas de protección de los bosques, el mismo Estado está dando licencias para la desforestación. Entonces, ¿quién tiene que controlar a ese Estado? La población. Y también la presión internacional tiene que tener un rol importante ahí, porque estamos atentando contra la Amazonía, pero a quien hay que defender a capa y espada es al hombre amazónico. Por ejemplo, a mi me impresiona cuando escucho a los jóvenes preocupados en hacer viveros para producir árboles maderables. Hace unos años se hizo una campaña grande de reforestación. Los jóvenes fueron los primeros que trabajaron y ahora tienen sus bosques y sus escuelas. Es poco, pero ya hay una generación de conciencia.
Ya vemos como el gobierno de turno, cae fácilmente bajo las exigencias de las transnacionales o de la oligarquía peruana, como el grupo Romero, que se dedica a explotar monocultivos, como la palma aceitera, pero ¿hay movimientos nacionales en Perú de defensa de la Amazonía?
Sí, hay en Perú instituciones que apoyan el manejo de recursos en la Amazonía. Sin embargo, creo que es muy deficiente, porque se queda en la institucionalidad. Por ejemplo, el Instituto de Estudios Amazónicos hace estudios y trabajos importantes, pero debemos ayudar a que estos estudios puedan aterrizar en un nivel más operativo, más práctico. Ahí yo siento que una de las experiencias que fue importante el año pasado fue que el “Proyecto Cacao”, con su mirada totalmente hacia el monocultivo, se vio en la necesidad de incluir a los líderes que ya estaban formados, porque no tenían forma de llegar a las comunidades. Y esos líderes, como Rusel o Emerson, le han dado al proyecto una dimensión y un acercamiento diferentes. Entonces, yo creo que para que esa tecnología logre insertarse, tenemos que trabajar educadores comunitarios que permitan que el nivel técnico aterrice en los niveles más prácticos. Quienes conectan son los técnicos que vienen con concepciones bien metidas en la cabeza y que no están sujetos a procesos de cambio. Nos falta mucho trabajar eso en el nivel intermedio. El año pasado tuvimos más esfuerzo en eso y buscamos aproximarnos más a instituciones nacionales que pudieran trabajar, como la universidad San Marcos, CONACCIÓN o la Mesa de Lucha contra la Pobreza.
Aquí mismo la Pastoral de la Tierra, del Vicariato de Yurimaguas, se moviliza constantemente contra las agresiones a la selva, como es el caso de la lucha contra el Grupo Romero y su acaparamiento de tierras para monocultivos o ahora contra la minera que quería instalarse en la cabecera de las aguas de la cuenca del Paranapura.
En el caso de la minera la Pastoral de la Tierra le pide a CORPI, que es la corporación más grande constituida a nivel de pueblos indígenas, que asuma un poco la acción de amparo. Sin embargo, no lo quiso hacer, porque hay otros intereses. Pero lo ha hecho la Federación Multiétnica de Comunidades del Paranapura y Afluentes (FEMUCOPA). Y a la federación le han aceptado la acción de amparo presentada con la Pastoral y se ha suspendido la intervención de la minera en Balsapuerto. Creo que la Federación ha podido hacerlo, porque estaba reconocida y tiene un amparo legal. Para mi es un logro impresionante haber parado la concesión.
Sin embargo, es triste que una organización como CORPI mire para otro sitio.
Es triste, pero es una realidad que hay que ir cambiando. Las organizaciones nativas, como AIDESEP o CORPI, se mueven en estratos de poder muy fuertes a nivel del país y muchos de sus dirigentes ya han dejado de ser indígenas y viven lejos de la realidad de sus pueblos de origen. Hablan de la defensa del bilingüismo y sus hijos estudian en un colegio privado de Lima o en el Colegio judeo-alemán, porque tienen mejor infraestructura. Entonces, yo sí creo que tienen que haber organizaciones que surjan desde abajo, pero que busquen formalizarse, como el caso de la FEMUCOPA, que ha sido un esfuerzo nuestro.
Pero si tienen que luchar contra decisiones que se toman contra la selva en despachos de Lima o de las capitales departamentales, lo tienen muy difícil.
Pero ese es uno de los temas que hemos venido trabajando en los últimos cuatro años: cómo ser una organización que tenga una capacidad de propuesta, tanto en educación, como en tecnología y trabajo para los jóvenes. Que tengan propuestas, porque no podemos quedarnos solamente en la demanda.
¿Cómo has notado tú, que llevas bastantes años aquí, el cambio en el clima?
Mucho. Normalmente antes teníamos lluvias muy concentradas en la época de lluvias. El clima era predecible o manejable. Ahora las alteraciones del clima son tremendas. Llueve de pronto muchísimo, muchísimo, carga el río y descarga con una fuerza impresionante, debilita todas las riberas, luego deja de llover y llegan unas sequías espantosas, con unos calores infernales, se quema todo, y nuevamente las orillas quedan totalmente frágiles y se van desmoronando. Los ríos se van ampliando y van generando toda una desertificación, que es el gran peligro de la selva. Cada vez se forman más playas en el río, extensiones de arena. Cuando yo llegué el Paranapura era navegable nueve meses al año, con las orillas bien demarcadas. Sin embargo, ahora cada vez más las orillas se abren, se va desbarrancando todo y se va desertificando. Y la otra cosa es la invasión de carreteras que se van dando por todos lados, que beneficia a quienes tienen posibilidades de tener coche, movilidad. Para unos nos puede resultar cómodo, porque llegamos más rápidos por la carretera, pero se genera una depredación tremenda de los bosques, entran todos los comerciantes a llevarse la Amazonía. Eso es muy fuerte. Soy consciente de que hay una tendencia a disponer de vías de acceso, pero por otro lado creo que deberíamos producir cambios con un nivel de responsabilidad.
Es cuestión de gestionar y de ser conscientes todos. Muy complicado, porque es como frenar toda una modernidad. Es como decir que los niños no usen el celular. Pues es una generación que ha empezado con un cambio diferente y tendrá que adecuarse. El tema es la adecuación a la tecnología, a los cambios. Cuando vino la luz también se decía que para qué venia la luz, que nos iba a quitar horas de sueño y se veía como una cosa negativa. En definitiva, son cambios que los debemos ir asumiendo, pero el problema es cómo los asumimos de manera responsable.
Aunque yo digo que construir una carretera en la Amazonía es como introducir un virus en la selva, entiendo que, si al hacerla se acompaña de normas de protección, punitivas incluso, no debería ser ese virus que digo.
Sí, pero se hace la carretera no por las exigencias de los pobladores de la selva, sino que se hace para extraer recursos. Sin embargo, hay habitantes que se alegran de que haya esa carretera porque así pueden llegar con mayor rapidez a sus destinos. Imagínate tu antes, yo para venir de Tarapoto aquí empleaba 8 horas, y con suerte, y ahora llego en 2 horas, aunque se me pongan los pelos de punta de cómo corren los conductores por esas curvas. Nuevamente el tema es cómo empezamos a pensar como seres humanos y no como producto de una tecnología.
Así pues, ¿hay esperanza?
Yo creo que sí. Vendrán cosas diferentes, pero cada quien tendrá que seguir su proceso. El tema es que lo vivamos de una manera mucho más consciente.